martes, 27 de enero de 2009


Valeria Ramos

Quien se iba a imaginar que mi vida iba a terminar así.

Valeria era una niña que desde muy pequeña tuvo lo que se dice una vida perfecta. Viajes, muñecas, amigas, todo lo que quería estaba a su alcance.
Hasta que un día su madre recordó su sueño frustrado de ser bailarina de ballet, e intento inculcárselo a ella, aunque no de la mejor forma.
La niña ya no tenía su vida perfecta, ya ni siquiera era tratada como una niña.
Empezaron los maltratos y el padre no hacía nada.
Valeria paso de ser una niña feliz a ser una niña amargada, triste, rencorosa.
Así fue pasando su vida, sin más que hacer que hacer todo lo que su mamá quisiera ,nadie la ayudaba.
Fueron pasando los años y ya ella tiene 17 años, es una joven que nunca tuvo vida, una niña atrapada en el cuerpo de una mujer amargada, que siente que se ha perdido todo, que no tiene salvación, está sin esperanzas, no tiene salida.

Esto no es un cuento de hadas
Desde muy pequeña mi vida era como un cuento de hadas, disfraces, viajes a Disney, todo de princesa, era perfecto.
Mi madre quería que lograra su sueño frustrado de ser bailarina de ballet, y yo, como una niña de tres años, en verdad no podía negarme.
Ahí empezó todo, cada día exigiéndome más, se volvía neurótica, no parecía ella. Me trataba como si tuviera veinte años, ya no podía jugar, ya no tenía más amigas, no tenia viajes, nada. Era como si mi niñez se esfumara cada vez más.
Mi padre ya no podía con el trato de mi madre: ya no era ella.
Empezaron las peleas con él también, cualquier cosa era motivo de discusión.
Papá y yo no sabíamos que hacer, y a medida que iba creciendo, las exigencias crecían. Jamás era lo suficientemente buena, bonita, delgada, con clase. Me estaba destruyendo.
Gracias a mi madre, mi padre se fue de la casa. Estaba sola en ese infierno, no podía entender como él me pudo haber dejado…
Ya no sabía qué hacer, mi padre no respondía mis cartas, estaba sola en el mundo con una madre, que en vez de madre, era un demonio.
Empecé a pensar en formas de cómo escapar de esta cárcel, sólo se me ocurria suicidarme.
Una vez lo intenté, ya ni podía más. Una noche me robe una botella del bar de mi padre, y al darme cuenta ya me la había bebido toda.
Me sentía mal, y como que todo lo que pasaba, me llegaba claramente, cada vez me deprimía más. De pronto ya no era una botella, sino tres.
Y al aumentar el alcohol, aumentaba mi depresión. De repente encontré unas pastillas para el dolor, debido al baile, y como que todo fue claro. No lo había terminado de pensar y ya me había tomado medio pote de pastillas. Al cabo de unos minutos de sentía a morir, y sentía que no era la solución. Estaba arrepentida y no sabía qué hacer. Quería retroceder el tiempo. Pero qué podía hacer, llame al 911, mi madre, hipócrita como siempre, se hacía la desentendida ¨no me imagino por qué hizo eso¨.
Les dijo a todos que me estaba volviendo loca porque mi padre se había ido con su amante. Yo no estoy loca, la loca es ella.
Todavía no se qué hacer, tengo 17 años y sigo sin tener amigos, vida, nada, sólo una madre que quiere que baile todo el día.
Mi padre aún no me responde. Ojala alguien pudiera entenderme, todo sería tan diferente.

Carta:

Querido padre:

Hola… En realidad no sé por dónde comenzar. Aquí las cosas están cada vez peor. No sé qué le pasa.
Por mi parte, no me encuentro tan bien que digamos. En verdad no me encuentro nada bien.
Desde tu partida todo fue empeorando notoriamente, las cosas no son lo mismo sin ti.
Esta es la quinta carta que te escribo, pero no me respondes ¿te hice algo?... He llegado a pensar que la causa de tu partido es por mí, y no por mamá.
Todavía no sé donde te encuentras, mi madre no quiere hablar de ti, ya sabes cómo es. Cada día me obliga a bailar más, cada día ella empeora, cada día empeoro yo.
He pensado en muchas cosas, tomar decisiones drásticas, pero estoy esperando a que me respondas, tal vez con una solución.
Voy a esperar unos días más, si no voy a tener que actuar, ya no sé qué hacer. Aparece por favor…
Tu hija, Valeria